miércoles, 23 de julio de 2014

ADÉU, MANEL!

Una vez oí en un entierro que una persona no muere del todo mientras haya gente que la recuerda. Es bonito, triste pero bonito. La muerte es siempre triste, pero también un poco poética ¿No os parece?

Me han llamado para decirme que ha muerto mi tío Manel, mi padrino, el más divertido, con diferencia, de todos los tíos que he tenido. Con un humor agrio e insolente, como era él, pero también muy sensible aunque no quisiera reconocerlo. No sé si fue una persona muy feliz, porque pertenece a esa rama de mi familia que no es demasiado dada a expresar sentimientos, ni a explicar emociones. A pesar de que vivimos durante muchísimos años a menos de cinco minutos unos de otros, nunca tuvimos una relación muy estrecha. Algunos días señalados, como Reyes, Navidad, el día de la Mona el lunes de Pascua (era mi padrino y me regaló la Mona hasta que hice la comunión) y unos días inolvidables en el cámping el año en que iba a nacer mi hermano. Sólo eso. Después, de mayores, cuando mis padres lo han necesitado siempre ha estado ahí, al pie del cañón, para lo que haga falta. Como los buenos, los de verdad, los que lo dan todo.

Estoy intentando hacer un pequeño "patchwork" mental con los retales de recuerdos que tengo de él: recuerdo, por ejemplo, cómo se aseaba por las mañanas en el lavadero, y se dejaba el pelo completamente peinado hacia atrás, lo que le daba un aspecto parecido al de Clark Gable, con aquel olor a colonia fresca que todos usaban en aquella casa de mis abuelos; recuerdo cómo le costaba hablar castellano, haciendo que las "c" sonaran como "s" en un intento desesperado por pronunciar correctamente; recuerdo cómo se reía de su mujer, mi tía María, con aquel aire socarrón, mientras ella nos miraba desmintiendo con la cabeza cualquiera de las anécdotas imposibles que contaba; recuerdo que el día que se casó mi prima Mariana tuvo que salir fuera de la iglesia con mi padre porque a los dos les dió un ataque de risa metiéndose con el cura, y les llamaron la atención; recuerdo cómo contaba que había robado una caña de pescar un día en Andorra, solo para ganar una apuesta con un compañero que le retó diciendo que no era capaz de hacerlo; recuerdo la broma que siempre me hacía cuando era muy pequeña, haciéndome creer que se había cortado el dedo pulgar de la mano; recuerdo mi viaje en coche, sola con él, de vuelta a casa después de las vacaciones en el camping; recuerdo cómo le gustaba hacer puzzles y a mí me sorprendía tanto que una tarea que requiere tanta paciencia fuera del gusto de un hombre que no era capaz de leer un libro.

De todos modos, lo que nunca olvidaré de mi tío es una escena que no viví junto a él: como hacía tiempo que mi tía María está con Alzheimer la habían ingresado en una residencia, pero ante la muerte inminente de mi tío, mi prima Nuri la llevó para que se vieran. Por lo que me contó, mi tío la cogió de la mano y le dijo "María, sé fuerte y no temas a la muerte". Mi tía siempre había tenido mucho miedo a la muerte, al sufrimiento, hasta el punto que no quería hablar del tema. Y él, en una de las demostraciones de amor más bonitas que he escuchado nunca, intentó contagiar de valentía a la persona con la que había compartido su vida desde los 18 años, y se despidió de ella para siempre porque sabía que era lo que más le asustaba. Hace más de quince días que me lo contaron y cada vez que lo recuerdo me emociono.




En fin, si este es un espacio para los recuerdos de mi infancia, hoy tenía que dedicar esta entrada a mi padrino Manel, el que tanto me hizo reir. T'estimo, tiet!

Fuente imagen 1: http://www.estuimagen.com
Fuente de la imagen 2:  http://www.taringa.net

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