Me siento un poco como los Barbapapá, aquella fantástica familia de bichos peludos e indescriptibles que tomaban formas diferentes en función de las necesidades y que nos amenizó muchas tardes de los años 80. A lo mejor se trata de eso, de intentar adaptarse más a lo que nos va trayendo la vida, en lugar de mantenernos imperturbables en lo que somos y sentimos.
En fin, os dejo con ellos...
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