domingo, 14 de octubre de 2012

DE LAS MARIPOSAS PARA LAS ÁNIMAS AL "TRUCO O TRATO"

No deja de sorprenderme cómo Halloween ha conseguido arraigar con tanta fuerza en nuestra cultura. Entiendo, por un lado, que compartimos ciertos orígenes y que la celebración ya existía aunque no con los aderezos que nos están imponiendo los norteamericanos; también soy consciente que los EEUU tienen tanta presencia en nuestro día a día que parece que las calabazas fantasmagóricas han formado parte de nuestras vidas desde tiempo inmemorial; y, evidentemente, también tengo que reconocer que las películas de terror y todo lo que les rodea consigue atraer a un público joven que, sin embargo, no tiene ni la más remota idea de lo que significa la fiesta ni su arraigo religioso.

Como pasa tantas veces, se ha conseguido desvestir la celebración de toda su significación mística y ha pasado a ser una fiesta de inicio de otoño para disfrazarse y pasarlo bien adaptando la consabida frasecilla de "Truco o Trato". La gente se viste de bruja, muerto, vampiro o cualquier criatura de la oscuridad y sale a la calle a vivir la noche de los difuntos con alegría. Algo relegadas quedan las tradiciones de algunas zonas de influencia celta como Galicia o Asturias donde la Santa Compaña aumentaba su frecuencia de paso en estas épocas para anunciar a los vivos que debían pasar al otro lado, o las castañas y boniatos que se comían acompañando a los "panellets" o los "huesos de santo".

Sin embargo, si pienso en la tradición de finales de octubre que más recuerdo de mi infancia es sin duda la de las mariposas de aceite. Mi yaya Isabel ponía una luz para los santos (entiendo que tenía que ver con el día 2 de noviembre más que con  la noche de Difuntos pero no lo puedo asegurar) todas las noches de aquella semana. Encendía unas velillas que flotaban en agua y aceite, en un cuenco que dejaba en la cocina, y que estaban toda la noche iluminando con su luz fantasmagórica la oscuridad del pasillo. Aquello sí que ponía los pelos de punta y no las telarañas y calaveras del "atrezzo" yanqui... Si alguna vez había tenido que levantarme para ir al baño o a beber agua batía mi propio record de velocidad para volver a la cama en el menor tiempo posible. En mi incansable curiosidad, le preguntaba a menudo a mi abuela para qué ponía aquella luz y ella siempre contestaba "para los muertos". Todavía me recorre un escalofrío la columna vertebral cuando recuerdo el tono en que me aclaraba la utilidad de la iluminación adicional de octubre en la cocina.

Os dejo con Germán Coppini y sus Golpes Bajos, un grupo que conocí bastante después de las mariposas de aceite de mi abuela pero que también me parece espeluznante...



Fuente imagen 1: http://www.blackcatfireworks.co.uk
Fuente imagen 2: http://es.paperblog.com

domingo, 7 de octubre de 2012

EL RUBIO DE "STARSKY Y HUTCH"

Elenita era una de mis mejores amigas. No era mi amiga inseparable pero sí que nos unía una especie de hilo mágico y secreto que quizá tenga algo que ver con los  amarillos de Albert Espinosa.

A las dos nos encantaba la serie de moda "Starsky y Hutch" y más concretamente David Soul, el rubito que daba vida junto a Paul Michael Glaser a la pareja de detectives más popular del momento. No recuerdo qué día la daban por la televisión pero sí recuerdo que al día siguiente Elenita y yo pasábamos la hora del patio comentando lo guapo que era y cómo nos gustaba a las dos.

Un día Elenita no vino al colegio y nos explicaron que había tenido un accidente de tráfico. Pasaron días hasta que supimos que su padre había muerto en el accidente y ella era, de los supervivientes, la que había recibido la peor parte. Nadie nos aseguraba que sobreviviera y, si lo hacía, no teníamos ni idea de si podría volver al colegio ni en qué condiciones. Yo me quedé "chocada"; como ya he dicho no era mi mejor amiga pero sí podía considerarle una persona importante en mi vida.

Pasó mucho tiempo hasta que nos informaron que ya no temían por su vida pero sí nos advirtieron que las secuelas habían sido tan importantes que nunca volvería a ser la misma. Al iniciar el curso siguiente le habían guardado una silla en la clase, pero no iba a seguir nuestro ritmo de aprendizaje, sino que haría algunas tareas paralelas a las nuestras para que no perdiera contacto. El primer día que entró en clase todos estábamos nerviosos pero yo lo estaba especialmente. Al verla llegar nos quedamos impactados: su cara había cambiado, cojeaba visiblemente y tenía uno de los brazos algo paralizado; también le costaba vocalizar y su voz era muy ronca.

A media mañana me acerqué a ella. No recuerdo qué estábamos trabajando el resto de clase pero recuerdo perfectamente qué estaba haciendo ella: tenía delante un laberinto de estos de pasatiempos y había rellenado con el bolígrafo, de manera casi obsesiva, absolutamente todos los caminos posibles convirtiendo el resultado en grotesco. Me miró, me sonrió y me dijo con dificultad pero con la misma expresión picarona de otros tiempos "¿Te acuerdas de cómo nos gustaba Hutch?" Yo también sonreí, asentí y comprendí que detrás de todo aquel cambio de apariencia seguía estando mi amiga Elenita que compartía conmigo su absoluta adoración a David Soul.

Durante mucho tiempo después, cuando nos encontrábamos por la calle, ella sonreía y me repetía la misma frase respecto a nuestra serie de culto. Todavía ahora guardo un entrañable recuerdo de aquella serie y de aquella niña que para mí se quedó atrapada en un recuerdo feliz que compartimos durante una parte de nuestra infancia. Me pregunto si todavía rellena caminos de los laberintos para encontrar la salida.

Un beso, Elenita, pares por donde pares. Esta canción es para ti.




Fuente de la imagen: http://tvtropes.org

sábado, 6 de octubre de 2012

¿ÁNGEL O DEMONIO? DEPENDE DE LA NECESIDAD...

En mi más tierna infancia siempre fui una niña modélica: era educada, aplicada, respetuosa, ordenada, y por todo ello hacía las delicias de todos los profesores que me tuvieron como alumna (sólo hasta una cierta edad, eso sí, después me resarcí de tantos años de buen comportamiento y me pasé al lado oscuro, pero eso lo puedo contar otro día).

Estos buenos modales y el comportamiento ejemplar llevó en determinados cursos a que mis profesores pusieran a mi lado niños y niñas conflictivos para ver si los "convertía" y los guiaba por el "buen camino" o al menos conseguían que se aburrieran como ostras al "gozar" de tan sosísima compañía. Uno de los que más tiempo estuvo ocupando esa zona de conversión a las buenas costumbres fue Albert Roca: una perla en cuanto a comportamiento y en cuanto a resultados académicos que torció el gesto cuando se vio a mi lado el primer día y que no mejoró demasiado nuestra relación a lo largo de los meses que estuvimos obligatoriamente juntos.

Un día nos tocó hacer una ficha Colasín sobre un bautizo. Las fichas Colasín eran unos libros con un montón de actividades que podían despegarse del encuadernado para guardarlas en anillas y poder entregarlas a final de curso en casa para regocijo de los familiares y conocidos de la criatura. El trabajo de aquel día consistía en recortar por las líneas de puntos una ilustración correspondiente a un bautizo, para confeccionar posteriormente un puzle con las diferentes piezas. Recuerdo de aquel día que estrenamos los botes de pegamento UHU (de color amarillo chillón, substituyendo el clásico Pegamento Imedio) y que, por algún extraño motivo, perdí la ficha más importante de la actividad, que correspondía a la parte del dibujo en que se encontraba el bebé envuelto en el traje de "cristianar" (como decía mi abuela) abocado a la pila baptismal. Me entró tal angustia de pensar que había perdido la pieza que el demonio que todos llevamos dentro (y que en mi caso debía llevar años bostezando de puro aburrimiento igual que mis sufridos y obligados compañeros) se puso en marcha como si llevara toda la vida actuando y me mostró el camino de la salvación: robarle miserablemente la ficha a Albert Roca y confiar en mi buena fama.

En un abrir y cerrar de ojos me hice con la ficha del pobre desgraciado que no sé ni siquiera si me llegó a ver, pero no importó en absoluto: yo pegué sin vacilar su pieza en mi ficha y esperé a que viniera la profesora atraída por los gritos de indignación de Albert que aseguraba y porfiaba que yo le había sustraido vilmente la ficha y me la había pegado en mi Colasín. Cuando la señorita María llegó a nuestra mesa y le regalé la más cándida de mis sonrisas no tuvo ninguna duda: Albert volvía a las andadas y ya estaba bien de decir mentiras, a ver si empezábamos a responsabilizarnos un poco de nuestras cosas, que así no íbamos bien.

Cuando llegué a casa tenía tantos remordimientos que corrí a mi yaya Isabel y le pregunté si los niños también iban a la cárcel. La pedagogía no era el mejor atributo de aquella sencilla mujer que yo tanto adoraba y me contestó que sí, que cuando hacían algo malo venía la policía y los llevaban a la cárcel con otros niños y niñas que no se habían portado bien. Durante semanas (y no exagero) mi corazón se encogía cada vez que sonaba el timbre de la puerta. Nunca vinieron a buscarme, imagino que porque en aquel momento el vigilante de los niños que no hacen las cosas como se tienen que hacer estaría ocupado en otro tipo de menesteres... Sí me hubiera gustado sin embargo, que la vida me hubiera dado la oportunidad de confesarle mi culpa a mi compañero, así que, desde estas líneas Albert, tengo que decirte que siento que aquel día nadie te creyera aunque tuvieras razón. Buf, ya me siento algo mejor... ¿Parece que llaman a la puerta?

Fuente de imagen 1: http://www.todocoleccion.net
Fuente de imagen 2:http://www.solostocks.com