viernes, 31 de agosto de 2012

ELENA FRANCIS Y LAS TARDES DE MI INFANCIA

Esta brisa apacible que entra por la ventana anticipando el otoño me recuerda a las tardes de mi infancia, cuando todo era más fácil, más rutinario pero también más gris. El padre de mi amiga Laura trabajaba fabricando material de cuero en casa y mientras elaboraba las piezas que con la economía sumergida nos ayudaban a todos a salir a flote, nosotras jugueteábamos con las muñecas recortables, los cromos o cualquier otro juguete que estuviera de moda.

El olor de la cola que servía para pegar los cinturones inundaba toda la estancia y mientras mordisqueábamos la pieza de chocolate (reservada con glotonería para el final, después de habernos comido el pan), la Sra Elena Francis, desde su consultorio sentimental, daba sabios consejos a mujeres desesperadas que le contaban a una desconocida lo que no se atrevían a decirle a la cara a sus maridos, novios (o pretendientes, que es una categoría que ha quedado en desuso pero entonces era muy utilizada). Ni Nuria ni yo entendíamos la mitad de lo que aquella señora de voz engolada recomendaba a sus abnegadas seguidoras pero los miles de cartas que recibía hacían pensar que debía ser muy sabia y muy conocedora del género masculino.


Con los años perdimos la inocencia y descubrimos que sí, que Elena Francis conocía a fondo la testosterona porque "ella" era "él", sin que nadie lo supiera. Cuando recuerdo aquellas tardes de cuadernos de caligrafía, de pan con chocolate y de cola para pegar cinturones no puedo dejar de imaginar qué debía pensar la familia de "Eleno Francis" cuando escuchaban sus cursiladas...

Fuente de la foto: http://www.comercialesmartinez.com

lunes, 20 de agosto de 2012

TOCANDO CLAVOS PARA CUMPLIR SUEÑOS


Si algo me conmueve de Internet es la capacidad que tiene de hacerte comprender que no estás solo, que no eres un espécimen raro porque recuerdes cosas que los demás no recuerdan.

Uno de los cuentos que marcó mi infancia pertenecía una enciclopedia llamada "El mundo de los niños". El tomo número 3 estaba dedicado a cuentos y de todo el mundo y yo podía pasarme horas leyéndolos, aunque había uno que me emocionaba particularmente: se llamaba "Nils Karlson el enanito" y narraba la historia de un niño sueco que se quedaba solo en casa mientras sus padres marchaban a trabajar. Su hermana había muerto hacía poco, estaba muy triste y un día descubrió que tenía un "inquilino" bajo la cama. El enanito Nils le mostró la manera de volverse pequeño tocando un clavo que se encontraba en la puerta de su escondite, si se pronuncia la palabra "Killevipen".

Durante años estuve buscando alguien que conociera el cuento en cuestión pero la gente me miraba sorprendida, esperando que les hablara de "Caperucita", "La Bella Durmiente" o, en un derroche de innovación, de "Rapunzel". Hace algún tiempo y sin demasiadas esperanzas, tecleé la palabra "Killevipen" en el buscador y me quedé atónita al descubrir la cantidad de personas que habían quedado enganchadas emocionalmente al relato igual que me había pasado a mí.

Todavía hoy, cuando encuentro un clavo que me parece que cumple las condiciones apropiadas, lo toco suavemente, cierro los ojos y digo muy bajito "Killevipen". De momento no he conseguido mi cometido pero prometo informaros si se produce algún cambio...

¡Felices fantasías!

Fuente de la foto: http://www.priceminister.es